Las increibles aventuras de marcianito luminoso!

sábado, diciembre 17

De santiago a atlanta.

Todo el personal del vuelo era norteamericano, aunque andaba un chinito mal ubicado. Digo mal ubicado porque era mas negro que chino, pero nunca habia visto una combinacion tan extraña.

En el avion habian algunos televisores donde mostraban un mapa con las ciudades de chile y el mundo, y en el centro un avion.

Y ese avion cojonudo, cuando girabamos, giraba tambien, y cuando el avion se detenia, se detenia tambien. Comprendimos con algo de esfuerzo, que ese avion en la tele, eramos nosotros en realidad.

Fuimos merecedores de un premio por tremendo descubrimiento.

En la tele, tambien salia la velocidad del avioncito blanco, la altura, la hora de llegada, la velocidad del viento, la temperatura y gilipolladas como esas.

El asiento no podia ser mas chico, pero yo no lo note, sino las personas que viajaban conmigo. Yo entro en cualquier parte, y no tengo problemas con los espacios reducidos. Pero visualmente era bastante molesto, tener un asiento ancho y gordo, adelante, pegado en mi nariz.



Inmediatamente comenze la redaccion de los post que me faltaron, para lo que lleve apropiadamente mi cuaderno y mi pluma y comenzo la escritrura.

Fue bastante dificil porque cuando comenzaba a escribir, siempre ocurria algo que me interrumpiera la escritura: estaba perfecamente comodo y contento escribiendo, y derrepente las azafatas nos pasan unas bolsitas.

- Que bien, audifonos! Ya, ahora larguese de aquí.

Al rato, de nuevo.

- amarrense los cinturones, tenemos turbulencia.

Y la redaccion se iba nuevamente al carajo. Despues vino la pelicula, y cuando me aburri de la pelicula porque era mala, tate que traen la comida.

La comida podria haber cabido facilmente en un estuche de colegio, enana, chica, insignificante. En su bandejita, envuelta siempre y convencionalmente en un papel metalico.

Abrimos de mala gana el cabroncete del papel, y debajo habian las mejores delicias y manjares de la tierra. No tanto asi, pero las apariencias engañaban y la desilusión dio paso al gusto.

Al final terminamos agarrandonos la guata rechoncha y sonrientes nos pusimos a dormir, total, era un vuelo de 13 horas, sin escalas.

Dormiamos como niños… los niños tambien babean, y derrepente…

Tate que se nos acaba el cielo.

El avion se aburrio de ser avion, y se convirtio en montaña rusa. Todo fue muy rapido, igual que una muerte violenta.

Fue una pura caida, pero una caida a 900 kilometros por hora no tiene ninguna gracia. Falto puro que se cayeran las mascaritas del techo, porque las viejas gritaban igual que en las peliculas.

Pero duro uno o dos segundos, aunque al relatarlo haya durado mas. El avion recupero su personalidad, y continuo el baboseo.

Como a las 6 de la mañana vimos las luces de las calles de atlanta.

Todavia estaba oscuro, negro, como nuestro destino.

En un cafe, de los muchos cafes que hay en el mundo, en una ciudad, de las muchas ciudades que hay en el mundo, escribo estas lineas... para ti.
:: a las 10:50 p. m., fueron palabras lanzadas a los vientos por Alvaro Roman!!!